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lunes, 23 de diciembre de 2013

Braguitas, calcetines y otros regalos navideños

Las cosas que más me gustan del invierno son los conjuntos de gorros y bufandas, sobre todo los de lana; los guantes de cuero, los abrigos abrigosos, (ya sabes, esos suaves y adictivos). Eso de poder calentarte las manos con la taza de café. Me hacen mucha gracia las puntas de la nariz rojas y las mejillas sonrojadas por el frío. Las mantas grandes y suaves (no podían faltar).

Los besos robados son más bonitos con el frío, supongo que por eso del vaho que se escapa de las bocas entreabiertas. El placer de calentar pies y manos junto al radiador al llegar a casa; y el amor, por supuesto, que es más amor en invierno. ¡Y en Navidad ya no te quiero ni contar!

¿Qué tendrá la Navidad que nos vuelve a algunos tan felices y a otros tan sumamente tristes?

Llega noviembre y de repente las calles se llenan de luz. Si, noviembre. ¡No tienen piedad! A todas esas personas que odian la Navidad los torturan desde un mes antes con villancicos hasta en el súper, con espumillón y luces por todas partes. Pero la odian de verdad. Los meses de noviembre y diciembre son los peores de todo el año, pase lo que pase, y piensan cosas como: "tener que ver a la familia es un claro sinónimo de muerte agonizante", retrasan la vuelta a casa lo máximo posible si no pueden evitarla y no pueden soportar las muestras de amor en estos días.

Luego están, por otro lado, los amantes de estas fechas, que les encanta la combinación de rojo y blanco, la nieve, los polvorones, el mazapán, el turrón, las comidas interminables, los árboles decorados, los jerséis con renos y motivos navideños y sobre todo, la vuelta a casa. Su banda sonora en estos días se la puso Turrón El almendro. De hecho, estoy casi segura de que entran en casa a cámara lenta.

Después estoy yo, que ni fu ni fa. Retraso la vuelta a casa, no sé muy bien por qué, pero adoro las comidas abundantes en familia y las sobremesas eternas. Ahora sí, lo que realmente me mata de la Navidad es el regalo "sorpresa" de la abuela.

- Hija, yo te daré dinero, aunque alguna sorpresa te caerá.

Si la abuela dice que bajo el árbol voy a tener una sorpresa es que va a haber un paquete de braguitas de algodón blancas, probablemente de la marca Princesa, para Paula. Eso o tres pares de calcetines de rayas de colores, de los que llegan hasta la rodilla y son tan gordos que no entran en las botas. 

Los primeros años tenía la esperanza de que esa sorpresa fuese algo que mi madre hubiese ayudado a elegir; qué se yo: un móvil, una cámara de fotos, un libro... ¡incluso una bufanda! Pero no, ya he desistido. Este año Papa Noel volverá a traer braguitas de parte de la abuela. (Así que aquí estamos, acumulando paquetes de bragas feas sin abrir desde hace cuatro años). ¡Cómo voy a amar la Navidad y cómo no voy a querer a mi abuela!

El caso es, que es Navidad y estamos obligados a ser felices en estos días, con braguitas feas bajo el árbol o sin ellas.


Felices fiestas.



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