Un día tus manos dejaron de estar calladas;
quisieron dar la tranquilidad que faltaba y me colocaron el
pelo tras las orejas.
Desde ese día pienso en el gesto tan raro que haces al sonreír,
ese que tanto me gusta.
Una vez tus manos tocaron mi alma,
no sé cómo llegaron a hacerlo,
pero la desnudaron.
Aquél día cruzaste mis sueños,
e hiciste que acariciase el cielo con las manos,
con tus manos.
Una vez tus manos dijeron adiós al pánico y se quedaron cerca,
tan cerca que aún las siento bailando al compás de las mías.
Una vez tus manos me dieron el deseo que me quitaron otras
manos,
fue aquella noche que esperamos hasta ver amanecer.
Una vez tus manos fueron mis manos y disfrutaron conmigo de mi.
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