Aquella mañana hizo té en vez de café, porque más que una
mañana era un medio día caluroso. Le puso un par de hielos, sacó una silla al
balcón y sentada en ella se tomó con calma el paso del tiempo.
Abrió aquél libro de poesía que compró hace un par de meses
y que no puede dejar que pase un solo día sin leer alguna de esas joyas en
forma de versos que guarda dentro. Siempre se para en la primera página, en la
presentación, para leer aquella frase que la joven poetisa le cedió como
regalo:
“Ojalá estos poemas te despeinen.
Despeinadas y libres
somos mucho más guapas.”
La verdad es que está preciosa cuando se levanta, a pesar de
tener los ojos aún más pequeños. Eso no supone ningún problema, se le llenan
de vida en cuanto se sonríe y le entran ganas de comerse el mundo.
Resulta que él todavía se acuerda de la que era su
floristería favorita, de los paseos que daba cada sábado a medio día buscando pan recién
hecho por aquella calle peatonal tan larga que llevaba hacia la plaza de la
Iglesia. Sí, donde las cañas al sol en la terraza de la esquina tomaban un
matiz diferente, donde la excusa de “es que hace muy buen tiempo” se permitía
cada día para dejar pasar unas horas viendo la vida pasar sin prisa, porque qué
importaba lo demás.
Justo el día en que se lo recordó pensó en lo parecida que
era su vida a una comedia romántica, pero sin romance alguno, por supuesto. Y
quién sabe, quizá algún día al salir de su portal se encuentre a alguien con un
ramo de flores o una botella de vino dispuesto a soportar sus manías.
Pero no. Sus pensamientos de aquél día no iban por ahí. Más
bien por sus torpezas, sus méritos y sus logros poco reconocidos. Pero qué
falta le hacía a ella pensar en eso si con un vaso de té con hielo y un par de
poemas era capaz de pasar unas horas sin que el miedo se le acumulase en el pecho
y sin que al cerrar los ojos se apagase todo lo demás.
"Pensar en ti
es como desnudarse delante de un precipicio
lleno de niebla
y mirar abajo,
quiero decir
que para hacerlo
es necesario despojarse
de las dudas y los miedos,
y rendirse a la evidencia de que
el vértigo solo es una excusa
para no aceptar
que la caída es lo único que nos puede salvar."
Elvira Sastre
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