He sido capaz de posponer mi desayuno hasta las tres de la
tarde en diversas ocasiones. Imagina de lo que puedo ser capaz si el desayuno
es mi momento preferido del día.
Que sonría no significa que siempre esté bien. Probablemente
lo esté, porque en muchas ocasiones me pongo trágica y estúpida, pero realmente
no pasa nada. De todos modos existirán los días en que me apetezca darte un
bofetón para traerte al mundo y enseñarte algunas cosas. Cosas bonitas, por
supuesto. Pero sonreiré y fingiré estar estupendamente sin enseñarte nada,
porque lo que yo pueda enseñar siempre se quedará corto, o eso te parecerá.
Lo que sí estoy segura que puedo enseñarte es a disfrutar de
pequeñas cositas del día a día. Hoy pienso en todo lo que echo de menos, y en
el poco tiempo que tardé en echarlo en falta. Porque amigo, el mar es algo
excepcional. Por estas fechas ya jugaba con la arena entre mis pies mientras
mis piernas intentaban coger algo de sol. Misión imposible por otro lado porque
como siempre digo, tengo la melanina estropeada de rodilla para abajo. Esos
días son los mismos en que nos tirábamos de cabeza a las pocas olas altas que
nos ofrecía el Mediterráneo; los mismos en los que subirse a la azotea para ver
atardecer con un par de cervezas frías era algo suficiente para arreglar todos
los problemas que se pudiesen tener, ¡y mira que eran tontos! Pero se solucionaban.
Ahora no hay azotea donde solucionar nada, pero sí cerveza y muchas ganas de sonreír. Pero sin prisa, he sido capaz de esperar hasta las tres de la tarde para comerme un par de tostadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario